El sonido particular del celular al recibir un mensaje de texto me despertó a la una de la mañana. “Cara dame un call, Lola”. A esa hora no podían ser buenas noticias. No, no lo eran. Como pudo, con un llanto desesperado, mi  prima / hermana / amiga casi desfallece contándome cómo el siniestro / sinvergüenza / poco hombre / de su novio le pidió espacio por un mensaje de texto. Que lo ideal era que estuvieran separados un tiempo, que vieran otras personas y que, por favor, no lo llamara. Que evocando el amor que ella le tenía, respetara su decisión y no lo hiciera más difícil.
Así, sin una palabra de más ni una de menos.  (Eso lo comprobé cuando a los días me enseñó el mensaje.)
Desde entonces, la Lola  arrastrando cadenas. Sin comer, sin salir. Llorando todo el día,  dándole para adelante y para atrás al vídeo de John Legend, “All of Me”, y al de A Great Big Wold y Christina Aguilera, “Say Something”. 
Si hay algo que en eso de ser amiga me causa mucho dolor es apoyar y dar cariño cuando duele el corazón. Y es que no soy un apoyo, pues  no hago nada más ver que corre una lágrima y lloro ríos. Es la película de la desilusión, del rompimiento, pasando por la mente una y otra vez. No es fácil. Nadie dice que lo sea. Es más, no conozco a nadie capaz de superar un mal de amor en menos de 24 horas. 
Pero aunque no nos guste, hay que hacerlo. Porque a una amiga cuando le duele el corazón, cuando sufre de una pena de amor, hay que rescatarla. Así que convoqué a las amiguis e iniciamos el “intervention”. Cada una con su remedio, dispuesta a sacar de la cama a la Lola, que según fuentes fidedignas llevaba más de 24 horas metida en la horizontal, y ni baño había visto.
Tan pronto Lola abrió la puerta y vio nuestras caritas estalló en llanto, pero en menos de una hora ya disfrutaba de un delicioso baño tibio con un gel de eucalipto y menta que le llevé. Con los potingos también una bata de baño de esas de hoteles finos, junto con sus pantuflas.  
La música rompe venas de   John Legend la sustituimos por los himnos del desamor: “Rata de dos patas”, de Paquita la del barrio, y “Ese hombre”, de la maja Rocío Jurado que llevó Monín, junto a su inseparable máquina de karaoke. 
 Del baño a las burbujas, pero no de gel  sino del rico champagne. El espumoso francés fue cortesía de mi santa madre, que aunque su presencia no fue requerida, sí envió su presente, y unos pedazos de queso manchego y uvas verdes.
Raquelita llevó una monumental lasagna y amarillos en almíbar.  Además de unos cuantos libros de autoayuda, que aunque no me gustan, alegraron el ambiente. Uno de ellos es un manual para la perfecta ca..., adjetivo que me reservo  porque estoy segura que la editora lo borrará si lo menciono.
Bebimos vino, vimos películas, cantamos, bailamos, reímos y lloramos. Fueron 24 horas de recuperación, que aunque no aliviaron en su totalidad este ataque inesperado de mal de amor, al menos apaciguó el dolor y le dio fuerzas para enfrentar la ruptura.
Ahora le toca manejar no la pérdida, al contrario, su tiempo para cargar las baterías,  darse cuenta que el mundo no se acaba, que aunque se sufre, el dolor no dura más de 36 horas, tiempo suficiente para recomponerse, comprarse un vestido de color brillante, tacas nuevas, poner en “hold” a John Legend, disfrutar de la primavera, y con una gran sonrisa, gritarle al Universo... next!
Escribe a caramia@elnuevodia.com

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